viernes, 12 de junio de 2009

Frod, banderas y semáforos.


De nuevo, ojos irritados. Al llorar, un halo rojizo subraya las cejas y los labios parecen inflamarse. Debe ser por las palabras que se contienen y por la rabia de aguantarlas ahí.
Volviendo a casa intentaba pensar, poner cosas en orden, pero mi mente se había tomado el respiro que tanta falta le hacía. Esta noche no, me dijo. Esta noche no.
Paré en el puente. Me asomé a la fornida valla de hierro y me quedé mirando a la sardina. Háblame. Su boca estaba abierta, ¿estaría diciendo algo?
Por un momento pensé en bajar por las escaleras al río, meterme en los dos palmos de agua que tiene y acercarme a la sardina. Quizás de cerca podría oír algo. Quizás podría convencerla para que abriera más la boca y me tragara. Podría vivir una temporada dentro de una enorme sardina metálica. ¿Lo habría hecho alguien antes?
Luego pensé que podría estar equivocada. Posiblemente la sardina no susurraba nada y lo que en realidad hacía era pedir ayuda. Puede que lo que quiera sea más agua, o salir de ella. Pensé en colocarle un arnés enorme y subirla al puente. Podría acompañarme a casa, pensé. Pasar la noche con una enorme sardina metálica. ¿Y por qué no? Era tarde, nadie me vería.
Me despedí de Frod, porque decidí llamarla así, y seguí caminando. El vestido ondeaba, era mi bandera y parecía bailar. Pero nadie la vería. Al menos no la vería quien debería verla.
Mi bandera y yo cruzamos la calle y nos íbamos acercando a casa saltando de baldosa en baldosa, sin pisar los bordes, haciendo una puntuación perfecta en el juego de andar por la calle. Un extra por avanzar girando y a la pata coja.
Estaba a punto de llegar, pero me paré. Dejé el juego, y me acerqué al borde de la acera. Lo pensé, dudé, pero el banco me decía 'Adelante'. Di seis pasos y me tumbé, y durante varios minutos me sentí bien sólo con ver los semáforos cambiar. Luego...miré a mi lado y no había nada. Por unos segundos deseé con todas mis fuerzas que apareciera el señor E. Que me dijera 'Hola...' y que no se fuera.
Eran exactamente las 3:25 am. Una hora, un mes, un día...

2 comentarios:

eSpE dijo...

Y quién no ha hablado mentalmente con sardinas metálicas o con árboles?...nunca hablan, pero si te quedas un rato con ellos te dan un poco de calma... de la que te hace falta siempre en esos momentos, porque si has llegado hasta ellos es por algo... por deambular por las calles o tu subconsciente te ha llevado ahí...
Esos señores (suelen ser ellos, para qué engañarnos) nunca aparecen, ¿verdad? y a los pensamientos que les dedicamos en esas noches de vagabundeo y congoja yo los llamo estrellas fugaces... es difícil verlos, realmente y cruzan tu mente muy rápido.
Paciencia para ti misma... y chocolate. Y un sierrollo :)

Aitor R. S. dijo...

Oh! Victoria!

Cada día te superas más en el juego de la vida. Da igual que juegues a la pata coja, con los dos pies, corriendo, con miedo, o con fuerza.

A mi personalmente las sardinas me dan asco, pero supongo que por fuera. Porque vivir dentro de una enorme sardina metálica me gusta, es una buena idea. Yo suelo hablar con las tazas de café o con las canciones. Más con las tazas de café... Conversaciones humeantes y con insomnio.

Hoy le he explicado a Tanit (si xD) como nos conocimos, y me he dado cuenta que gracias a lo que escribiamos. Por esa razon ninguno de los dos podemos dejar de escribir. ¿Te parece una buena escusa para no hacerlo?

PD: Si pensabas que no seguia tu Blog estabas equivocada. Si, tengo mil faltas de ortografía que no me pararé a corregir, lo siento.