jueves, 16 de abril de 2009

Sensalcohólica

Tengo una camisa de pijama que no es mía. Sus rayas, sus botones y su olor evocan una cama y un cuerpo que tampoco son míos. También evocan todo lo que he contenido, lo que no he hecho, lo físico, lo verbal, todo. Pensé demasiadas cosas, y quería demasiadas cosas... erróneamente. Aún no llega mi momento. Mi momento de no medir mis palabras, de no acortar mis caricias ni vallar mi imaginación. Todavía no puedo dejar de frenarme, no puedo dejarme llevar del todo, porque sería demasiado. A veces creo que ya es demasiado con límites. Aún no puedo andar descalza por la sinceridad, porque todavía hay cristales...

Y mientras espero a que llegue el momento, voy conteniendo mi incandescencia: me emborracho de ideas volátiles y deseos etéreos, de caricias sin piel y pensamientos mudos, convirtiéndose el letargo de esta espera en una eterna resaca.
Yo lo que quiero es emborracharme de hechos y realidades, de texturas, de sonidos, de respiraciones arrítmicas y aceleradas, de pieles erizadas, de palabras altas en decibelios, de sonrisas en las miradas. De satisfacción.

Porque quiero masticar las risas, beberme los ojos en los que se pueden leer las locuras y oler las caricias que sólo se ven cuando no hay luz. Porque no hay botella que me dé todo eso. O porque la hay pero no la sé descorchar...