martes, 6 de octubre de 2009

Radiológicamente... mal.

Soy la cabeza de un fémur en una displasia de cadera.

domingo, 4 de octubre de 2009

Táctica alternativa

[Me gusta tu abrigo convertido en un fuerte.
Me gustan tus botones, desabrochados.
Me gusta desnudarte sin aviso ni reparo.
Me gustan tus pantalones, dejados a su suerte.]

Tengo reservada una parcela de mi imaginación para tocarte cuando no puedo.
Así, cuando no estás, abro la verja del número veinticinco, entro y me siento en un cómodo sillón. Un sofá azul, por qué no, aquí puedo recuperarlo.
Saco del bolsillo mi petaca de ti, mis cigarrillos de ti, y de mi mente una de tus camisas.
Destapo la botella y puedo olerte. Eres tú, lo que conozco de ti, lo que veo por fuera y lo que me regalas de dentro. Puedo beberte, recorrer con mi boca cada pulgada de ti, porque líquido eres más accesible.

Después, un cigarrillo lleno de ti. ¿Con qué lo enciendo? Con el zippo que de repente tengo en la otra mano, por supuesto. Si te fumo, no sólo te respiro, sino que te hago corpóreo, aunque volátil. Pero el humo se puede poner tu camisa, y hasta abrochar los botones. Le ofrezco a mi hombre de humo un trago de ti, y parece hacerse más fuerte. Ahora puede tumbarme, recorrerme y dejarme tu olor mientras me toca. Toma un trago más, y ahora puedo morderle los labios, y él puede quitarme la ropa. Sus manos me hacen dúctil y maleable, y tu olor se queda empapando mi pecho.

Con un giro de mi mente, los botones de tu camisa se desprenden a la de tres, y puedo echarme sobre ti, ser tu silueta en el lado opuesto, imitar tu figura y pegarme tanto al humo que me cuesta respirar. Abrázame, dame la vuelta, vamos a intercambiar pedazos de locura. Húndete en mí, y ríete, quiero ese hilo musical...

Aquí es donde me gusta estar cuando no me gusta donde estoy.